Teresa de Jesús en los versos de Pablo Verdugo

«El párroco de San Vicente ha escrito un libro en verso sobre la madre Teresa de Jesús». Así imagino que correría la noticia en Ávila en aquel año de 1615. Acababan de beatificar a la madre Teresa hacía solo unos meses, en octubre de 1614, y ya se había comentado en los corrillos de la ciudad que el cura Pablo Verdugo de la Cueva había conseguido premio en la modalidad de rima obligada en el certamen de Madrid presidido por Lope de Vega, y que también había presentado poemas en los certámenes de Salamanca y Valladolid.
¿Un libro en verso?
Sí, una biografía de la madre Teresa escrita en quintillas y que se desarrolla a lo largo de 20 cantos.
¿El título?
El libro tiene un título explicativo, de los que a mí me gustan aunque hoy ya no estén de moda: Vida, muerte, milagros y fundaciones de la madre Teresa de Jesús. Compuesto en quintillas.

En el Canto I hay un precioso elogio de la ciudad, como presentación del escenario en el que van a desarrollarse tantas acciones relacionados con la madre Teresa. ¡Cuánta belleza en los versos!:
Hay en los reinos de España / una ciudad que, apacible, / el humilde Adaja baña, / cuya muralla invencible / al ligero tiempo engaña: // Ella es Ávila. Y es tal, / que ninguna de más lustre / en famosa y principal, / tan antigua como ilustre, / tan noble como leal. / En letras, hija de Atenas; / en las armas, de Belona, / por ser las suyas tan buenas / que son del reino corona / las puntas de sus almenas”.
Y el canto, que va describiendo grandezas tanto heroicas como de santidad —Segundo, Barbada, Pedro del Barco, los tres hermanos mártires, el obispo Tostado— desemboca en Teresa, que ha venido a este mundo en Ávila:
Fue nuestra santa avilesa / criada a la buena ley. / Y mucho más interesa / que en ser Ávila del Rey / ser de Ávila Teresa”.
¿Santa avilesa en 1615?
La considera santa aunque su canonización no tuviera lugar hasta 1622. A Pablo Verdugo le dio tiempo a conocer a Teresa, participar en las fiestas de su beatificación y seguramente en las de canonización, porque vivió hasta 1634. Lo de “santo” o “santa” en el Siglo de Oro se aplicaba con menos rigor que ahora. Teresa es vista por Verdugo como el antídoto que Dios ha enviado contra “la ponzoña luterana”. Recordemos que durante todo el siglo XVII se sigue librando con furor la batalla de la Contrarrefroma no solo en España sino en buena parte de Europa:
Cerca de los mismos años / que el mundo a su puerta halló / monstruo de tantos engaños, / Dios a Teresa le dio / para reparar sus daños. // Teresa entró de por medio / y a la luterana luna / tapó, poniendose en medio, / porque nacieron a una / el peligro y el remedio”.
Esta concepción de Teresa de Jesús como estandarte de la Contrarreforma fue fomentada, junto con la de Ignacio de Loyola, el fundador de los jesuitas, desde la canonización de ambos por el papa Gregorio XV: ella, que estuvo a un paso de ser procesada por la Inquisición por culpa de los intrigantes sevillanos, acusada de proximidad a los alumbrados.
¿Algunos hechos de su vida narrados por Verdugo?
A ver si reconoces el asunto de estos versos:
“Siete años aún no tenían / cuando juntos los dos niños / con su sangre pretendían / teñir los blancos armiños / y ser mártires querían. //      Quisieran irse muy lejos / porque moros les persigan /
siendo del martirio espejos; / que a quien preceptos no obligan
ya quieren seguir consejos. // Ya salen de casa ufanos / los niños como mil oros / y, asiditos de las manos, / se iban a tierra de moros /
a morir como cristianos. // Este intento concibieron / y un poco de pan tomaron / y luego de casa huyeron. / Y al punto que se escaparon, / de la ciudad se salieron. //    Con pan sin más gollorías /
contentos los niños van, / que imita la niña a Elías, / y en fe de un poco de pan / piensa andar cuarenta días. […] // En fin, su intento paró / y ya adelante no pasa, / que un su tío los topó / y los niños volvío a casa / y a su madre se los dio”.
Se trata del episodio en que el tío encuentra a los dos niños en los Cuatro Postes.
Una tradición mal fundada ha extendido la imagen del tío Francisco reteniendo a Rodrigo y a Teresa en el humilladero de los Cuatro Postes; aunque cuantos intervinieron en el proceso de beatificación testimoniaron que el encuentro tuvo lugar en la Puerta del Puente o en el mismo puente.
Su madre al fin la encerró / y, como cerró la puerta, / a una huerta se bajó, / (que estaba en casa una huerta) / y jugando se embebió.
// Tomó en ella unas tejitas / y, unas con otras compuestas, / levantaba unas casitas / entre los árboles puestas, // como en los montes ermitas. // Diola este ejercicio el cielo / y casitas dio en labrar: / pronóstico que en el suelo / había de edificar / las ermitas del Carmelo”.
¿Está refiriéndose el autor a las fundaciones?
Efectivamente, “las ermitas del Carmelo”, es decir, las fundaciones son expuestas en las quintillas por Pablo Verdugo una a una y por su orden, procurando no hacer demasiada sangre en las que resultaron más difíciles y prefiriendo siempre la visión más amable; aunque el cura abulense no podía disimular los sucesos de la fundación de San José en Ávila tal como sucedieron en realidad.
“Esta es la tormenta: cuando / ya los unos ya los otros, / de su infierno murmurando, / desbocados como potros  / iban su honor arrastrando. // Unos murmuraban que era / más que virtud novedad / aquella nueva quimera; / otros, que era liviandad / y su autora novelera. // La vida que pretendía / nadie a virtud la juzgaba / y el que menos mal decía / si malo no lo llamaba, / lo llamaba hipocresía. // Murmuraba la ciudad, / plebeyos y caballeros, / que era gran temeridad / mujer pobre y sin dineros / intentar tal novedad”.
¿Estarían todavia frescos en la memoria de los abulenses los sucesos de la fundación de San José de Ávila?
No parece probable que Verdugo hubiera sido testigo de aquellas revueltas; así que para esta materia y para otras muchas, debió de aprovechar las primeras biografías que se publicaron de la madre Teresa, como la del jesuita Francisco de Ribera, publicada ocho años después de la muerte de la fundadora; y las declaraciones del padre Gracián y de otros testigos.
¿Veinte cantos no son muchos cantos?
Estamos en una época en que la poesía épica, tanto de tema histórico, como religioso o puramente novelesco es un género de moda, como hoy puede serlo la novela–saga. Verdugo se las ingenia para dar un respiro a los lectores al final de cada canto, con salidas o mutis  distendidos y con algún sentido del humor:
“Ávila su ausencia llora, / mas sepamos con quién fue / nuestra nueva fundadora. / A otro canto lo diré / porque estoy cansado ahora”.
La edición de la obra de Verdugo que acabáis de publicar en Caldeandrín, ¿no le resultará pesada al lector?
Como he escrito en la Introducción,  «… El lector de hoy se sentirá atraído, como sin duda se sintió el de comienzos del siglo XVII, por la facilidad de los versos, en los que Pablo Verdugo supo compaginar el aparato que se esperaba de un poeta culto con la frescura de la lengua popular, que va dejando a lo largo de la hagiografía rasgos de humor y familiaridad, para presentar a la Madre Teresa como una monja a la que muchos lectores de la época habían conocido en Ávila o en los pueblos y ciudades donde había fundado».
Estaremos atentos a la presentación.

(Este es el guión de mi colaboración quincenal en el programa SER ÁVILA del día 20 de abril pasado)

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