Crónica de Un país para la Flaca

Leo otra vez Un país para la Flaca, la novela recién publicada de Mayda Anias. Las tres lecturas anteriores digamos que fueron profesionales. La primera para opinar: «¡Dios, que prosa!», fue lo primero y casi lo único que se me ocurrió. «Cada vez eres más escueto, mijo», dijo ella. La segunda, tediosa porque ya no importaba contenido ni forma ni estructura ni nada que no fuera rastrear una errata, descubrir una coma inoportuna o advertir sobre una mayúscula discutible. Vamos, lo que en otro tiempo hacían los correctores de pruebas y ahora ya no hace nadie porque lo que llega al editor allá va a la maqueta y como caiga. «Mira que lo he leído veces», dijo ella cuando le advertí de algún gazapo. La tercera para revisar galeradas después de que antes lo hiciera la autora, que viene a ser como firmar el acta de la puesta en libertad del original para que abandone la cárcel del inédito, siempre tan oscura. «No me digas que todavía hay cosas», dijo ella. Y ¡por fin la cuarta y definitiva!, para disfrutar de una historia que… Pero mejor será que me acoja a la nota de cubierta: «Un país para la Flaca es el drama del exilio y de la diáspora, la crítica a la sala de espera de más de medio siglo en la que el cubano de la Isla se ha instalado. Es también un homenaje a intelectuales como Mañach, Virgilio Piñera y Guillermo Vidal Ortiz. Pero, sobre todo, es una historia de amor. Desenhebrar las peripecias del protagonista en sus tres territorios —Oriente, La Habana y Ávila— desvela una rica cartografía humana de los escenarios, convirtiéndolos también en personajes. Detrás de Un país para la Flaca hay una escritora, Mayda Anias, de gran talento narrativo y excepcional dominio del lenguaje, como ya demostró en Tulipa (2011), su primera novela. Escrita con una prosa trepidante, extiende una mirada desacralizadora o disidente —como prefiera el lector— de la historia de Cuba, desde Hatuey y Guamá hasta los años noventa del pasado siglo, además de la divertida imagen de lo que será, según el protagonista, la Cuba de “después”. Por sus páginas desfilan nombres conocidos y desconocidos, personajes cultos y populares de la historia, la literatura y la sociedad cubana hasta finales del siglo XX». Hasta aquí la nota.
Hasta que el texto no ha pasado del estado original a verse impreso y encuadernado, todo se vuelve esperanzas, expectativas, miedos… pura esquizofrenia. Y cuando se ha acompañado el nacimiento del mismo desde el pincipio, se participa en el estado de desasosiego del autor, en esta caso de la autora. Llega el diseño de cubierta de Yoel Almaguer y fue como el aviso de que aquello iba por buen camino, de que el artista había entendido lo medular de la novela. Primeras pruebas, segundas pruebas… y finalmente un paquete con los ejemplares destinados al autor por contrato. La autora y la Editorial Verbum habían volado para que el libro pudiera estar presente en la Feria del Libro de Madrid. Pero, lo más importante: por fin podía entrar en la cuarta lectura, ya sin mirada inspectora, como un lector más que se ha sentido interesado por la información de cubierta, ha hojeado «a ver el comienzo… el del capítulo II… el final… suena muy bien» y decide comprarlo. Esta prosa barroca y desenfranada del español de América, ¿dónde la han aprendido los narradores?, ¿cómo la sostienen en monólogos interminables en los que a uno no le importa perderse porque sabe que en eso consiste el placer de la lectura?, ¿y el léxico, riquísimo, el de Tulipa antes y el de Un país para la Flaca ahora, en que diccionarios encontrarlo?
La editorial propone a Mayda Anias que firme ejemplares en la Feria del Libro la tarde del viernes 12 de junio. La acompaño a la ceremonia de presentación. El día anterior ha diluviado en Madrid y ha dejado el aire limpio y transparente (aquí debería decir «velazqueño», pero con «transparente» sobra). Llegan amigos, cubanos y españoles, de Madrid y de Ávila, paseantes que se paran a ver quien es la escritora cubana que anuncian por megafonía y firma en la caseta donde hay títulos de Padura, y celebramos con la alegría de encontrarnos y reencontrarnos el ritual de la convocatoria.
Autora y editor han decidido dejar para el otoño las presentaciones de la novela, pero Pablo Garcinuño no quiere esperar tanto tiempo y la entrevista el viernes 19 de junio en el programa Literatura en corto de SER – Ávila  (dirige Luis Sánchez).


Y ahora se abre el «paréntesis vacacional» (¡vaya cliché!), en el que no puede faltar la lectura de un buen libro, ya saben a qué me refiero.

J. Arribas


Entradas populares de este blog

Carta a san Segundo, patrón de Ávila, en su festividad

Entrevista a María Liliana Celorrio