Con el ancla en tierra, el librito aquel

En 2005 declaraba que los más grandes eventos literarios en mi vida ocurrían cada diez años. En 1995 publiqué Sobre tercos desafíos, una plaquette bellamente ilustrada que se convirtió en uno de los dos únicos títulos que salieron con el sello Ediciones Marabú, a mi juicio poco literario pero que sirvió para dejar testimonio de hasta qué punto esa mala hierba nos tenía a los cubanos en el segundo de los dos años más hondos de la crisis económica post caída del muro de Berlín. Y diez años después salió Con el ancla en tierra. Décimas también.
¿Por qué la décima? Porque en Cuba es más habitual que el pan nuestro de cada día (no es una metáfora). Que en España sea casi casi (y sin el casi) un arcaísmo, es sólo una de las caras de la moneda. La otra está en América. Y Cuba es parte de ella.
Mientras escuchaba a un poeta responder preguntas en la SER esta mañana, sonreía pensando que los poetas nos inventamos discursos que suenen tan armónicos como una décima bien escrita. Uno de ellos es afirmar que los libros de poesía se escriben cuando acuden las musas, o cuando nos visita la inspiración, etcétera. Yo no sé lo que es la inspiración. No he visto musas jamás. Seguramente porque me falta esa pose tan especial de los poetas de verdad (por ejemplo una de esas cinticas en colores que se llevan entretejidas lo mismo al cuello que en la muñeca). En fin, que aquel librito –conste que lo del diminutivo lo digo con todo cariño– se llevó un par de meses de trabajo un día detrás de otro, revisando, corrigiendo, pensando, buscando y colocando una palabra donde antes hubo otra que no encajaba en la imagen, suprimiendo estrofas y seleccionando otras, colocándolas en orden de modo que el conjunto tuviera la coherencia formal, conceptual y de estilo que quería.
Soy de los que opinan que somos responsables de cada cosa que hacemos, de los libros que escribimos también. Yo acepto todas las consecuencias de aquel poemario y hoy, siete años largos después, sigo apreciándolo como entonces. No reniego de mis creaciones, aunque ya no escriba décimas, aunque mis concepciones estéticas anden por otros rumbos, aunque haya levado anclas y atracado en cien riberas.


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